dissabte, 12 de març del 2011

Josefina tomó aire

Josefina tomó aire. El 29 de mayo de 1940 le pareció una fecha preciosa. Llena de primavera y de luz. Y es que la luz y los campos tenían ese calorcito agradable, donde la naturaleza se disponía a dar sus primeros frutos. En Combourg, pequeña localidad de la Bretaña francesa, ese era el ambiente que se respiraba, a pesar de que, sin lugar a dudas, Europa se estaba convirtiendo en el escenario de una guerra que iba a ser mundial, e iba a costar la vida de millones de personas.
Combourg es un pueblo pequeño, sembrado de bicicletas y dominado por un castillo espectacular. Por lo demás es normal, es decir que tiene sus “épiceries”, “poissonneries”, y otros servicios que los nativos del lugar cultivan con cariño, ya que allí, además, había vivido uno de los grandes escritores que Francia admiraba con devoción: François-René, vizconde de Chateaubriand, según nos dice wikipedia, ese instrumento que, reconozcámoslo, nos saca actualmente de unos cuantos apuros. Sólo indicaré aquí que fue un hombre que fluyó del liberalismo al conservadurismo, al servicio de la política, y que, después de una vida bastante convulsa, pero tal como había pedido expresamente en su testamento, fue enterrado en la isla de Grand-Bé, un lugar al que sólo puede accederse a pie desde Saint-Malo cuando baja la marea.Acontecimiento digno de análisis y tal vez aviso para navegantes en los tiempos que corren.
La cuestión, a efectos de este escrito, es que la enfermera del pequeño hospital de la comunidad no estaba muy asustada, aunque el bebé de la refugiada daba problemas. El pequeño hospital de Combourg acogía ya a soldados que luchaban en los frentes abiertos por el nazismo. Todavía no eran muy dramáticas las consecuencias y todavía no se habían producido las desgracias que afectarían a Francia en los siguientes años. Pero en el ambiente se percibía cierto desasosiego por lo que pudiera pasar en los frentes.
Tal vez por eso la enfermera se tomó con calma que Josefina gritara con tanto pavor, y tener que sacar más paños de lo normal…Hasta que vio a la niña:
Elena - así le había dicho la refugiada española que se llamaría el bebé en caso de ser niña-,era grande, morena, guapísima, y lloró. Lloró mucho. Una muñequita, con las manos grandes, con los pies pequeños, inconsciente de un exilio forzado y de un destino marcado por los acontecimientos de la segunda guerra mundial. Josefina tomó aire.
Tomó aire y recordó como había conseguido llegar hasta allí. El inicio de la guerra, algunas sensaciones de triunfo poco duraderas para llegar a la derrota. Y finalmente la huída. La huida a través de campos de refugiados que finalmente le conducían a una nueva vida. Había peleado, y mucho, y su niña respiraba.

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